5/17/2010

madres contra el paco

Unas 40 mujeres de barrios pobres buscan alejar a sus hijos del paco

Por Laura Vilche / La Capital

Comenzaron a reunirse formalmente en diciembre, preocupadas porque sus hijos consumían paco. Pero ahora, apenas cinco meses después, los problemas que padecen y enfrentan son de todo tipo. “Las Madres en Lucha Rosario”, un grupo estable de 40 mujeres de distintos barrios marginales, se convocan en sus propias casas. Dicen que ahora se secuestra paco y descubren cocinas en la ciudad pero que ellas conocen y pelean con el problema desde hace varios años. Se informan sobre adicciones, sobre qué hacer cuando la burocracia las agobia en los juzgados, se sienten maltratadas por la policía o reciben escaso apoyo médico. Ahora, con el objetivo de evitar que los más chiquitos del barrio comiencen a tener problemas con las adicciones, abren cursos de apoyo escolar y alfabetización en su flamante centro cultural de Valparaíso 3765. Y aclaran que necesitan “de todo”.
   La Capital participó del tercer encuentro de las madres en una villa de la zona sur de la ciudad, Vía Honda (las dos anteriores habían sido en República de la Sexta y Las Flores Sur y la próxima será en Empalme Graneros). Esta vez ofició de anfitriona Teresa González, quien hizo espacio en una gran sala, con una mesa cubierta con mantel de hule y un cuadro de Evita y Perón.
   Hay que atravesar varios pasillos para encontrar la modesta vivienda de la mujer en ese territorio inmenso, donde habitan unas 5 mil personas, atravesado por una hondonada donde pasa la vía del ferrocarril Belgrano y delimitado por Seguí, Uriburu, Avellaneda y Felipe Moré.
   En el asentamiento falta trabajo, servicios de todo tipo y escolarización (según un relevamiento del Area de Investigación de la Secretaría de Salud Pública municipal que se llevó a cabo entre diciembre de 2006 y marzo de 2008). Y sobran basura, agua estancada, carros, animales sueltos, sonido a cumbia y chicos que a los 6 años ya comienzan a tener contacto con las drogas: pegamento, alcohol, cocaína, marihuana y paco, según se enumera durante la reunión.
   Un cartel escrito a mano sirve de guía para llegar a la casa de Teresa: “Centeno 4420”. Y allí están sentadas las madres, pero también hay adolescentes que quieren ver de qué va la cosa, jóvenes que tuvieron problemas con las drogas y ahora dan charlas a sus pares (ver aparte), abuelas, vecinas y hasta estudiantes universitarios que van a dar una mano.
   “Como verán no soy madre, pero estoy ayudando con lo de la alfabetización”, ironiza Celcio Moliné, un estudiante de Ciencia Política, de 25 años, quien asegura que ya hay 50 pibitos anotados para apoyo escolar y 10 adultos para alfabetizar, pero faltan sillas apilables, tablones o caballetes, útiles escolares y meriendas.
    “La idea es que los chicos vengan a estudiar pero también que se puedan a quedar a tomar la leche y compartir más cosas, para que ocupen su tiempo por demás de libre”, remarca Mabel Ríos, docente y referente de las Madres.

La reunión. La mujer, madre de dos nenitas y un hijo del corazón de 25 años, que consume drogas, es la voz cantante del grupo. Cuenta que se está trabajando sobre el caso de Z: una mamá con una hija de 13 años, embarazada, que se escapó de su casa (“apareció, rompió todo, robó algunas cosas y se fue”, cuenta) y a quien han acompañado a “peregrinar por Tribunales” más de una vez, para solicitar al juez que la interne. “Ya nos dijeron que debemos pedir el informe médico de la Secretaría de la Niñez. La burocracia te mata”, asegura.
   Analía Ríos dice que es muy importante para ellas contar con profesionales y gente que las oriente y brinda el dato de unos abogados que ofrecen asesoramiento legal gratuito. “Algunas no estamos acá porque tengamos chicos con adicciones, sino por solidaridad con amigos y vecinos: acá vienen mujeres que tienen a sus maridos que consumen. A todos tratamos de darle una mano, hasta a los que sufren desalojos. Sus problemas son también problemas nuestros”, sostiene.
   Todas hablan de chicos. Y cuando se les pregunta qué edad tienen esos “chicos”, Ana Gigena, quien se presenta como “abuela”, casi justifica. “Y...hasta los 16 o 17 son chicos, lo que pasa es que se van de la escuela y ¿dónde los ponés? Acá no tienen espacios para hacer nada los pobres”.
   Algunas contarán que saben dónde se vende el paco y por eso prefieren las reuniones en sus casas. Otras asegurarán que “los chicos caen por fumar un porro y la policía, para no iniciarles una causa, les pide plata” y una más se quejará. Dice que “cuando un chico llega dado vuelta por el paco, lo llevan al centro de salud o al hospital más cercano, lo desintoxican y lo devuelven a la casa”. Se informará que en la semana habrá una reunión con la Municipalidad para tratar esos temas. Y Mabel Ríos remarcará: “No somos subsidiarias ni parche del Estado. Demandamos políticas públicas para que se atienda y acompañe a los chicos en estos problemas con las adicciones y todo lo que deriva y lleva a ellas”.
   La nota se termina, pero ellas siguen trabajando. “¿Hicieron la denuncia?”, pregunta una madre, Viviana Centurión, a otra del grupo. La respuesta que se oye es “no” y ella le explica cómo debe hacerla en la policía. Esa es sólo una parte de su lucha.madre



No hay comentarios.: