8/15/2011

Cómo se elabora papel con los residuos de las plantas Por Jesica Rychter (*) | 13.08.2011 | 20:08



Conozca la técnica artesanal de hace dos siglos que fue reflotada en Mendoza y que no daña el medio ambiente. El proceso, en fotos.






















foto perfil.com


Hace dos siglos, los chinos utilizaban una técnica artesanal para elaborar papel y que hoy todavía tiene vigencia.














Hace dos siglos, los chinos utilizaban una técnica artesanal para elaborar papel:
obtenían fibras de la corteza interna de plantas blandas, luego las
hidrataban en agua y cocinaban con cenizas de madera. En un proceso que
incluía lavar las fibras en los ríos, decolorarlas y machacarlas a mano
con un palo, entre otros pasos, obtenían un papel constituido totalmente
por celulosa. La tecnología avanzó pero ésta técnica milenaria sigue
vigente: docentes y alumnos de la Universidad Nacional de Cuyo, basándose en el modelo chino, fabrican papel artesanal ecológico aprovechando los residuos de vegetales y plantas que crecen específicamente en Mendoza.


El proyecto, que nació en 1990 -gracias a los subsidios y becas de la
Secretaría de Ciencia y Técnica de Posgrado (SECTYP), el Centro de
Información y Comunicación (CICUNC) y la Fundación de la Universidad
(FUNC)- y que permitió la instalación de un molino de papel
dentro de la institución, cobró impulso el año pasado. Desde un primer
momento, los investigadores plantearon alejarse del proceso industrial
actual.



“Cada año la industria poda miles de hectáreas de árboles cuyo destino
es ser papel. El crecimiento del árbol es lento, necesita 20 años para
ser utilizado y luego de su poda la tierra necesita ser curada por dos
años”, explica Leticia Burgos, profesora y directora del proyecto. “Se
sigue con la madera, que provoca la deforestación y afecta al clima,
porque existen grandes infraestructuras donde se invirtió dinero para
procesar la madera y todo eso quedaría caduco”, expresa la
investigadora. Además, la industria del papel utiliza “carga y relleno,
como alumbre, ciertos colorantes y encolantes. Algunas son sustancias
químicas dañinas para el medio ambiente”.


Es por eso que los investigadores se inclinaron por imitar algunos de
los procedimientos de la técnica milenaria china en cuanto a la
fabricación de la pasta, ya que ésta no utilizaba carga ni relleno
(el papel estaba compuesto totalmente de celulosa). “El proceso es
natural, no hay necesidad de usar encolantes. Tampoco hay daño para la
persona ni para los ríos, no hay desechos químicos para
tirar como sí sucede en el proceso industrial”, sostiene Burgos. Ella y
su equipo elaboran de forma artesanal papel reciclado y le adjudican un
rol muy importante a preservar el medio ambiente: “hacemos una
actividad altamente concientizadora acerca de los valores que sustentan
los paradigmas del cuidado de los recursos naturales y el equilibrio
ecológico sustentable”, expresa Daniel Fernández, profesor del UNCU e
integrante del proyecto.


Para la elaboración del papel, el equipo de trabajo selecciona
plantas autóctonas de crecimiento marginal. “La cortadera, la totora y
la vid crecen todos los años en Mendoza y el viento se lleva lo que
nosotros utilizamos para hacer papel: la infrutescencia. No hacemos daño a la planta”,
explica Burgos, que aclara que también experimentan con los desechos de
cosecha de los racimos de uva y las ristras de ajo. “Es una forma de
rescatar el material desechado y darle un mejor destino”. Una vez que la
materia prima es recogida, se somete a un proceso de hidratación y
luego es cocida con cenizas de madera al igual que en la técnica china,
ya que éstas “no dañan la cadena molecular de la celulosa y permiten
darle una durabilidad de mil años al papel, beneficio que no se obtiene con la soda cáustica y ácidos que son utilizados en el proceso industrial”.


Luego de lavar el material y de hacer un tratamiento mecánico en una
máquina llamada pila holandesa, el equipo obtiene la pulpa de papel.
“Cuando las fibras están listas se llevan a una pileta y se diluye en un
95% agua y un 5% de fibra. Por inmersión se introducen unos bastidores
que recogen esa fibra, se deja drenar el agua y queda lista la hoja que
se vuelca sobre fieltros, se prensa y se deja secar”, revela Burgos. En
el proceso chino, los bastidores utilizados recibían el nombre de
sugeta y el papel final se llamaba washi, que era delgado y resistente
así como también lo es el papel obtenido por el equipo del UNCU.


El proyecto contempla crear un centro donde se pueda procesar el material que se descarte,
una planta artesanal con producción y venta de todos los materiales
para hacer papel artesanal y venta de hojas hechas a mano con el sello
de la universidad. “Esperamos tener el apoyo de la UNCU que hasta ahora
nunca nos faltó. Pero sería ideal conseguir otros aportes para agrandar y
equipar el molino de papel”, concluyó Burgos.


Color y arte. El proyecto de la Universidad de Cuyo
también tiene un costado artístico y se renovará dos años más para
trabajar sobre la expresión plástica. “Cuando hablamos de papel no nos
referimos a las hojas lisas, neutras y sin expresión a la que estamos
acostumbrados a usar. A partir de este método podemos crear obras
artísticas ya desde la selección de la planta que vamos a utilizar”,
explica Burgos. Actualmente el equipo está trabajando en la coloración de las hojas
con diversos pigmentos que permiten crear “un material con lenguaje
propio”. Lo innovador es que reciclan al colorear las fibras vegetales
con vegetales: “probamos con naranjas, pomelos, remolachas, té, café,
yerba mate, jacarandá y cáscaras de eucalipto”, entre muchas otras
opciones.



(*) Especial para Perfil.com

No hay comentarios.: