11/12/2008

chismes

Engendrada por la Tierra, la diosa Fama está dotada
de muchos ojos, muchas bocas y viaja volando con gran rapidez, según
Virgilio. Para Ovidio, habita en el centro del mundo, en los confines
de la Tierra y el Mar. Su morada es un palacio sonoro con mil
resquicios por los que se cuelan todas las voces, incluso las más
tenues. Este palacio de bronce esta siempre abierto y devuelve
amplificadas las voces que recibe. Desde un alto mirador, Fama vigila
el mundo entero, rodeada de la Credulidad, el Error, la Falsa Alegría,
el Terror, la Sedición y los Falsos Rumores. Palabras más, palabras
menos, así caracteriza Pierre Grimal a esta divinidad mitológica que
demuestra que el chisme es historia muy antigua y tiene múltiples
ramificaciones y parentescos. La diosa Fama no es puro cuento, aunque
sus recursos parezcan deplorables. Los griegos ya tenían claro que no
se puede vivir sin el chisme.



Parienta modesta y local de aquella divinidad mirona, la chismosa de
María Elena Walsh se describe con ritmo de chacarera y mucho humor:
“Parece que están diciendo/ por toda la vecindad,/ que tengo lengua
filosa/ lo mismo que yarará/ (...) “Pa’ver visiones/ beatas hay a
montones,/ yo en cambio digo/ lo que vi tras el postigo./ Cosa que di
por cierta/ si era mentira que me caiga muerta”/ (...)/ Estoy
requeteocupada/ con ropa para lavar,/ que hay mucho trapito sucio/ en
un pueblo que es tan familiar”. También con bastante gracejo, en el
Inventario General de Insultos, de Pancracio Celdrán (Editorial del
Prado, Madrid, 1995), se incluye en esa categoría una serie de motes
relativos al chisme: boquirroto, bocazas, bocón, lenguaraz (toda gente
con incontinencia verbal que incluye el cotilleo y la murmuración);
correveidile (que lleva y trae noticias triviales y cuentos, alcahuete
al que no aprovechan su mensajería de pacotilla); entrometido (persona
que se mete en asuntos ajenos y ocasiona malentendidos y enfados);
deslenguado (el peor de todos en el ramo, lengua de víbora, lengua de
hacha por lo cortante y áspero de su vocabulario e intención). Nada de
bueno ni de simpático, pues, según este manual, sobre quienes transitan
el territorio del chisme tomado un poco a la tremenda. Ya casi llegando
a La calumnia, sobre la que Rubén Darío derrochó execración, según
aprendimos muchas en el colegio: “Puede una gota de lodo/ sobre un
diamante caer;/ puede también de este modo/ su fulgor oscurecer;/ pero
aunque el diamante todo/ se encuentre de fango lleno,/ el valor que lo
hace bueno/ no se perderá ni un instante/ y ha de ser siempre diamante/
por más que lo manche el cieno”.

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