12/16/2008

vacuna


Un equipo de investigadores argentinos acaba de resolver uno de los
mayores misterios inmunológicos de los últimos 40 años: por qué en 1968
fracasó la vacuna contra el virus sincicial respiratorio, lo que causó
160 internaciones y 2 muertes.


Después de poco más de una década de reconstrucción histórica y
análisis de laboratorio, los especialistas de la Fundación Infant
lograron dar con la respuesta que reabre el camino para desarrollar una
vacuna contra la principal causa de hospitalización de uno de cada dos
bebes en su primer año de vida: el virus sincicial respiratorio, que
causa bronquiolitis y neumonía, entre otras enfermedades.


"Son millones de chicos los que cada año se infectan con ese virus,
y por eso todos los inviernos colapsan tanto las unidades pediátricas
de Londres como las de Berazategui", comentó la bioquímica Florencia
Delgado, coautora del estudio que publica hoy en su edición online la revista Nature Medicine.



¿Por qué, en el invierno de 1968, la única vacuna infantil utilizada
para prevenir esa infección pulmonar no logró proteger a los 200 bebes
inmunizados? ¿Por qué los anticuerpos que la vacuna había producido en
los chicos resultaron ser tan dañinos como para que el 80% necesitase
hospitalización y dos chicos murieran?


"Ese desastre inmunológico retrasó el desarrollo de vacunas contra
la bronquiolitis, que mata a un millón de chicos por año", dijo a LA
NACION el doctor Fernando Polack, director de la Fundación para la
Investigación en Infectología Infantil (Infant) y autor principal del
diseño del estudio.


Los niños vacunados cuarenta años atrás tenían entre 14 y 16 meses
de edad. "No sólo ya eran chicos grandes [como para no responder a la
vacuna], sino que después de ese invierno ninguno tuvo la enfermedad
por segunda vez, lo que quiere decir que de algún modo el virus y el
sistema inmune corrigieron el «desperfecto» para el segundo invierno",
agregó.


La hipótesis más aceptada hasta ahora atribuía esa falta de
protección a la "rotura" de una proteína del virus sincicial muerto
usado para fabricar la vacuna. El equipo demostró que la falla estuvo
en realidad en la incapacidad de los anticuerpos creados por la vacuna
de madurar lo suficiente como para poder luchar contra la infección en
el invierno.


Esa inmadurez desató una reacción exagerada de "pedido de ayuda" al
resto del organismo, que generó una reacción autoinmune que agravó la
salud de los chicos hospitalizados por neumonía.


"A medida que avanzaban los experimentos, veíamos que podíamos
llegar a resolver este misterio", agregó Delgado sobre el trabajo, que
es su tesis de doctorado, y en el que trabajó durante los últimos cinco
años.


Para demostrarlo, los investigadores visitaron en 2002 el Hospital
de Niños de Washington, donde accedieron al depósito en el que se
conservaron las muestras de los tejidos de los dos chicos que habían
muerto en 1968. "Vimos que, en el tejido pulmonar, esos chicos tenían
los mismos anticuerpos que los patólogos habían identificado cuando
todos estaban vivos y que eran los que debían protegerlos", comentó
Polack. El equipo obtuvo también muestras conservadas de la vacuna
original.


Con esa información, elaboraron un modelo animal y reprodujeron en
ratones lo ocurrido aquel invierno en el que los chicos desarrollaron
neumonía grave con broncoespasmos.


"Encontramos que la vacuna había tenido un defecto central: era
incapaz de estimular suficientemente a los receptores Toll en las
células indispensables para la maduración adecuada de las defensas
contra el virus -comentó-. En 1967 no existía la posibilidad de
diferenciar anticuerpos maduros de los inmaduros. Cuando se midieron
parecían perfectamente protectores, pero cuando lo hicimos nosotros
vimos que no tenían una de sus características esenciales, la avidez."


Cuando un anticuerpo tiene poca avidez, o afinidad, se une al virus
muy débilmente y entonces el virus tiene dos frentes contra los que
actuar: los anticuerpos y el receptor de las células a la que quiere
infectar.


Los Toll son receptores del sistema inmune descubiertos hace menos
de diez años. Estos receptores ayudan a las células a reconocer todo
agente extraño y activar la defensa. "Son los receptores de lectura del
sistema inmunológico que están ubicados en la superficie y dentro de
las células", precisó Polack. Cada uno es capaz de reconocer más de un
virus, bacteria o toxinas tóxicas. "Cuando algo no activa a los Toll,
el sistema inmune no arranca", dijo.


El estudio recomienda que las próximas vacunas contra el virus
sincicial incluyan la activación de los receptores Toll. "El virus
muerto de la vacuna no logró empujar suficiente esas llaves para poder
abrir la defensa del organismo. Los anticuerpos ingresaron en las
células con el virus y comenzaron a mandar señales de auxilio al resto
de las defensas, lo que generó algo así como un efecto autoinmune para
detener al virus sin éxito en ese invierno, pero que fue lo
suficientemente correctivo como para modificar el error inmunológico y
evitarlo el invierno siguiente", finalizó Polack sobre la explicación
que ahora sí responde la pregunta que hasta ahora hacían las
autoridades reguladoras para autorizar los ensayos con nuevas vacunas.

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