1/17/2009

a tristeza nao tem fin?


LONDRES.- ¿Por qué sentirse desdichado? Está bien, es enero y uno se
siente con kilos de más y quebrado luego de los excesos de las fiestas,
pero en realidad no hay necesidad. La tristeza es inconveniente,
desagradable y en una sociedad en que la felicidad personal es valorada
por encima de todo lo demás, hay poca tolerancia para los que se sumen
en la desesperación. Especialmente ahora que tenemos medicinas para
eso.


Los antidepresivos pueden ayudar a hacer desaparecer los
sentimientos de tristeza, y no sólo la agotadora depresión clínica,
sino los duros momentos por los que mucha gente a veces pasa, ya sea al
perder un trabajo, por la ruptura de una relación o por la muerte de un
ser querido. Por eso, no sorprende que cada vez más gente los tome.


Pero, ¿es realmente una buena idea? Un número cada vez mayor de
voces del mundo de la salud mental dicen que no. La tristeza,
sostienen, sirve a un propósito evolutivo, y si lo callamos, salimos
perdiendo.


"Cuando se encuentra algo así de profundo biológicamente en
nosotros, presumimos que fue seleccionado porque tenía una ventaja
-afirma Jerome Wakefield, trabajador social de la universidad de Nueva
York.- Estamos perdiendo el tiempo con parte de nuestra estructura
biológica."


Quizás, entonces sea tiempo de aceptar nuestro lado desdichado. Sin
embargo, muchos psiquiatras insisten en que no. La tristeza tiene el
desagradable hábito de convertirse en depresión, advierten. Aun cuando
la gente esté triste por una buena razón, se le debería permitir tomar
medicamentos para que se sientan mejor si eso es lo que quieren.



Entonces, ¿quién tiene razón? ¿Es la tristeza algo sin lo que podemos vivir o es una parte crucial de la condición humana?


Es difícil conseguir evidencia de la importancia de la tristeza en
los humanos, pero hay muchas ideas sobre por qué la propensión a
sentirse triste podría haber evolucionado. Puede ser una estrategia de
autoprotección, ya que parece encontrarse entre otros primates. Un
simio que no se escabulle claramente luego de haber perdido su estatus
puede ser considerado como que continúa desafiando al simio dominante,
y eso podría ser fatal.


Pero Wakefield cree que en los humanos la tristeza tiene otra
función: nos ayuda a aprender de nuestros errores. "Creo que una de las
funciones de las emociones negativas es detener nuestra conducta normal
para hacernos focalizar en algo distinto durante un tiempo", asegura.
Podría actuar, en primer lugar, como un freno psicológico para evitar
que cometamos esos errores.


Es más, afirma Paul Keedwell, psiquiatra de la Universidad de
Cardiff en el Reino Unido, incluso la depresión puede salvarnos de los
efectos del estrés de larga data. Sin tiempo para reflexionar, asegura,
"uno puede permanecer en una estado de estrés crónico hasta quedar
exhausto o morir". También piensa que podemos haber evolucionado hacia
el desarrollo de la tristeza como una forma de comunicación. Al actuar
con ella decimos a los otros miembros de la comunidad que necesitamos
apoyo.


Medicar la tristeza, sugiere Keedwell, podría ocultar las
consecuencias de situaciones desafortunadas y quitar la motivación para
mejorar sus vidas. Dar antidepresivos a la gente cuyo problema real es
otra cosa puede permitir a la persona continuar en una situación
enferma en lugar de enfrentar el problema de fondo.


Un poco de tristeza puede ser útil o no, pero todos acuerdan, sin
embargo, en que la depresión clínica no lo es. Desgraciadamente, no
queda claro con exactitud donde se encuentra la línea entre las dos.
Entonces, ¿qué es más peligroso: medicar por demás la tristeza normal,
sentimiento que puede llevar a revaluar nuestras vidas, o medicar
insuficientemente la depresión clínica?


Ian Hickie, del Instituto de Investigación del Cerebro y la Mente de
la Universidad de Sydney, Australia, insiste en que la depresión no
está sobrediagnosticada, pero que seria mejor que lo estuviera antes
que ver a las personas seriamente deprimidas dejadas de lado. Señala
que hay evidencia para sugerir que el número de suicidios ha disminuido
a medida que se han diagnosticado más casos de depresión. Es importante
tomar en serio los diagnósticos de depresión "borderline" porque,
asegura, "muchos de los suicidios no ocurren en las personas más
severamente deprimidas".


Wakefield, sin embargo, no se siente cómodo recetando pastillas
donde no hay certeza de que sean necesarias. Después de todo, señala,
los antidepresivos tienen efectos secundarios, algunos de ellos serios.


Levantar el ánimo

Entonces, ¿dónde queda la noción de la tristeza humana?
¿Deberíamos aceptar que los acontecimientos importantes pueden
entristecernos tanto que por un tiempo nos desestabilicen? ¿O debemos
correr al médico con la esperanza de que las pastillas aceleren nuestro
viaje emocional de retorno a la felicidad?


"El costo de la felicidad es la autosuficiencia", afirma Terence
Ketter, psiquiatra de la universidad de Stanford. La tristeza es
todavía algo útil: "El descontento puede llevar al cambio. Seguramente,
uno no quiere una emoción paralizante, la emoción es información".


Keedwell está de acuerdo. "Si no nos hubiéramos sentido tristes
cuando no tuvimos éxito al querer lograr ciertos objetivos, no
hubiéramos realizado introspección, y quizás no hubiéramos intentado
cambiar nuestras estrategias -dice-. De haber continuado siendo
entusiastas y jubilosos probablemente hubiéramos seguido ciegamente
adelante."


Pero, ¿hay un terreno intermedio? Todos concuerdan en que hay
maneras para levantar el ánimo sin píldoras. "Una alternativa sería
pensar qué es lo que nos entristece -asegura Wakefield-. Otra
posibilidad es una espera alerta. Una visión con más matices de la
situación ayudará a la gente a pensar mejor sobre sus opciones."


Ed Diener, psicólogo de la Universidad de Illinois, también sugiere
que paremos de obsesionarnos con ser felices todo el tiempo. "Una de
las cosas que queremos es desengañar a la gente de la noción de que no
son lo suficientemente felices."


Cita un estudio que aplicó un software para el reconocimiento de las
emociones a los sentimientos íntimos de la Mona Lisa. Concluyó que ella
es 83% feliz. El resto es una mezcla de emociones negativas, como el
miedo y el enojo. Eso, según parece, es más o menos lo adecuado.



Traducción: María Elena Rey

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