9/29/2011

Los prematuros estarán en "neo" con sus padres. La Capital. com

El decálogo del prematuro establecido por Unicef Argentina el año pasado lo establece en su punto número 9: "El recién nacido prematuro tiene derecho a ser acompañado por su familia todo el tiempo", una necesidad que fue históricamente vulnerada y que ahora se respeta en las maternidades públicas de Rosario, aliviando la angustia de los padres y facilitando la recuperación de los niños.

El anuncio fue realizado ayer por un equipo de profesionales de Salud Pública municipal, quienes esgrimieron con orgullo que "en todas las áreas de neonatología de los hospitales municipales y provinciales de la ciudad, los bebés que deben permanecer internados pueden estar acompañados por sus padres el tiempo que sea necesario". Antes, los padres sólo podían tener contacto con su hijo dos veces al día en horarios estipulados, algo que aún sucede en la mayoría de las instituciones del ámbito privado.

Vanesa Ríos, neonatóloga de los hospitales Roque Sáenz Peña y Centenario y una de las referentes de Unicef en Rosario, aseguró que "se le está garantizando a los papás el ingreso irrestricto a la sala para que puedan acompañar a sus hijos", y agregó: "Ya no somos más los dueños del bebé", dando cuentas del cambio de mentalidad que tuvieron que hacer los profesionales y asistentes de las áreas de neonatología para poner en marcha este nuevo modelo de atención.

El objetivo no demandó inversiones extra. Carlos Preis, neonatólogo del hospital Centenario, destacó que "se consiguió con conciencia y buena voluntad por parte de las autoridades de Salud, médicos y enfermeros".

Una investigación de Unicef realizada en Argentina, y que se dio a conocer en 2010, reveló que el derecho del niño hospitalizado a permanecer junto a su familia es uno de los más vulnerados en todas las neo del país. Por eso, este año, la Semana del Prematuro que se conmemora a partir de domingo está centrada en el cumplimiento de este aspecto, que los médicos califican como "indispensable" para una mejor recuperación de la criatura.

Necesario e indiscutible. Un bebé precisa del amor y los cuidados maternos desde su nacimiento, e incluso antes, para que pueda crecer física y emocionalmente de acuerdo a sus posibilidades. Sin embargo, las reglas históricamente impuestas por las instituciones médicas públicas y privadas de Argentina dictaminaron que un bebé nacido antes de tiempo o con un problema de salud es "mejor atendido" sin la "interferencia" permanente de sus padres.

Así, abundan las historias de niños internados — algunos durante meses— a los que se les permite el contacto con su mamá y papá durante pocas horas por jornada. Una exigencia que se choca con lo establecido en 1986 por el Parlamento europeo, que firmó la Declaración de los Derechos del Niño Hospitalizado y en la que se establece que "los niños en el hospital tienen el derecho de estar junto a sus padres o a un sustituto de los padres, todo el tiempo que permanezcan internados".

En Rosario se está trabajando desde hace años en maternidades seguras y centradas en la familia. Por eso se habilitó en las maternidades públicas la posibilidad de que las parturientas estén acompañadas durante el preparto y el parto, a lo que ahora se suma el ingreso irrestricto de la mamá y el papá en las salas de neonatología.

"Trabajamos mejor cuando los papás están presentes, cuando el bebé puede tener contacto directo con la piel de su madre; aún en chiquitos de alto riesgo siempre es posible encontrar el modo de que pueda sentir a su mamá cerca", enfatizó Alicia Vivas, enfermera del Hospital Eva Perón, de Granadero Baigorria.

María de los Angeles Salazar, jefa de enfermeras de la maternidad del Roque Sáenz Peña, lo explicó de este modo: "Hasta en los procedimientos médicos invasivos, como puede ser colocar una vía para un suero, es más fácil hacerlo con la mamá cerca; porque las liberamos de los temores y fantasmas que existen sobre lo que le hacemos a su hijo. Y sobre todo, le damos a ese bebé, que está siendo sometido a un montón de prácticas que pueden ser dolorosas, lo que más necesita en el mundo: el contacto con su madre".

Las madres que pasan meses en la sala

Carolina Bussy, Mariana Gauna y Nancy Aranda son tres madres que tienen a sus hijos en neonatología del Centenario.
   Nancy, de 32 años, le da la teta a “Pablito”, su cuarto hijo, que nació con 900 gramos y que ahora pesa 1,860 kilo. “Un día la doctora me dijo que el bebé necesitaba salir de mi panza, que estaba en riesgo por un problema de hipertensión que yo tenía. ¿En peligro? ¿pero si yo lo cuidé tanto, lo quise tanto, si no tenía que existir un lugar en el mundo mejor que mi panza? no lo podía creer”, relata con los ojos llenos de lágrimas.
   “Cuando lo vi ... era tan chiquito y tuve tanto miedo, pero supe de su lucha, de sus ganas de vivir, y desde entonces no me separo de él”, dice y agradece a los médicos y enfermeras, que se convirtieron en sus afectos más cercanos.
   Lo mismo siente Mariana Gauna, de apenas 20 años, que la pasó “horrible” cuando Gianella nació prematura con un kilo de peso. Ahora, con su pequeña hija en brazos dice sin dudarlo: “Cualquier sacrificio vale la pena”.

“El día que nació, mi bebé me entraba en la palma de la mano”

Treinta gramos pueden significar la diferencia entre la tristeza más profunda y la felicidad más plena. De esto saben bien las mamás que tienen o tuvieron a sus hijos internados en una sala de neonatología. Las que a diario aguardan con desesperación que el médico les diga que el bebé subió de peso, uno de los logros más ansiados en esos lugares donde el tiempo y el mundo se convierten en espera.
   De esto puede hablar con detalles Carolina Bussy, quien desde hace cinco meses acompaña día y noche en la sala de neonatología del hospital Centenario a su hija Avril, quien nació con menos de medio kilo de peso.
   “El día que nació me entraba en la palma de una mano”, recuerda la mujer que conoció la maternidad junto a uno de los peores dolores, ya que sólo una de sus mellizas sobrevivió a un parto prematuro, a menos de seis meses de gestación.
   “Acá estás como en una burbuja”, relata Carolina mientras sostiene sobre su pecho a la bebé que en mayo acusó en la balanza 460 gramos y hoy ostenta 3,200 kilos. La “burbuja” es la sala de terapia intensiva de recién nacidos, más conocida como neo, en la que gracias a la posibilidad que ofrecen las maternidades públicas rosarinas puede estar todo el tiempo que quiera.
   “Fue muy fuerte verla, tan frágil. En mi vida me había imaginado una criatura tan pequeña, pero desde el primer momento le hablo, le canto, le cuento cosas. Mi hija es una sobreviviente, una luchadora que ha pasado tanto ... ”, comenta Carolina y relata en detalle las operaciones que soportó Avril, con un léxico que mezcla la más estricta terminología médica con la dulzura de una madre dispuesta a todo.
   Reconoce que no estaba preparada para esto y reflexiona: “Nadie lo está, nadie cree que las cosas pueden salir mal; una lleva adelante el embarazo con esa ilusión del bebé rozagante y sanito”. Pero los avatares suelen estar allí, dispuestos a mostrar que también hay costados amargos en las experiencias que deben ser felices, o empecinados en revelar la prepotencia de la vida, como en el caso de Avril.
   “¿El primer cumpleaños? No, todavía no me lo imagino, no puedo, está demasiado lejos”, comenta Carolina, la mujer de la sonrisa franca, la que hace cinco meses vive en el Centenario, la que no duda en asegurar que la pelea “es día a día, hora a hora y hasta gramo a gramo”.



No hay comentarios.: